Ya no eres ese ruiseñor.
Ese ruiseñor que cantaba en mi umbral invisible cada mañana.
Ya no eres ese príncipe vestido de azul y un poco de negro.
Ese príncipe que robaba mis sueños de noche y de día también.
Ya no…
Ya no esa melodía sinfónica y armoniosa.
Esa melodía que acaparaba mis 5 sentidos sin lugar a más.
Esa sed implacable de amor.
Esa sed de caricias y pasión desenfrenada.
Locura infinita.
Besos en el alma ya no.
No más…
Ya no eres ese geranio rojo
Aquel que se clavó en mi corazón, en mis manos… en mi vida.
En mis alegrías y mis penas.
En lo hondo de mi ser.
Ya no esa luz tan fuerte y potente que atravesaba paredes.
Paredes de hierro, piedra, acero.
Atravesaba hasta el más duro sentimiento.
Ya no más dulces abriles.
No más.
Ya no eres esa difícil raíz cuadrada que me encantaba descifrar.
Coherencia tangente, colindante y ambigua.
No eres más ese compromiso inexistente.
Ese compromiso con un futuro incierto.
Y no eres tú.
Y duele…
Y no eres tú.
Y lo siento.
Ya no eres…
Simple y concreto.
Ya no existes.
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